sábado, 19 de julio de 2008

La charla con Charlie

Una mañana más había amanecido en Hogwarts de aquel tortuoso y terrible primer año de curso de Divinity. Faltaba una semana para las vacaciones de verano y ya deseaba fervientemente volver a su casa y no regresar: allí, al menos, se sentía segura y en buena compañía.

En cuanto se despertó, se levantó rápidamente, quitándose el pijamita y poniéndose el uniforme de la escuela sobre su pequeño cuerpecito… Ya había empezado a temblar ligeramente con la idea de tener que ir a clase y sentirse sometida a todo aquello de nuevo. Cogió aire, con los violáceos ojitos cerrados y se echó a la espalda la mochila, abriendo la puerta y bajando rápidamente las escaleras hasta la puerta de la Sala Común: al menos así no les daría tiempo a decirle nada. Abrió la puerta de la Sala y salió de allí, recorriendo las mazmorras, hacia el Gran Comedor.

No tardó ni dos minutos en llegar. Todo el comedor estaba repleto de alumnos ya desayunando entre risas y bromas, lanzándose la comida o discutiendo sobre quidditch. Pasando de su mesa, Divi corrió hacia la de Gryffindor, donde un crecido Charlie desayunaba con sus compañeros de clase. En cuanto llegó, le tiró un poco de la manga de la túnica, lo que hizo que el pelirrojo girara el rostro hacia allí. Al ver a la niña, una sonrisa cruzó su rostro, girándose mejor para poder agarrarle la nariz con dos dedos.

-¡Pero mira quién ha venido! ¿Has dormido bien esta noche, reina?- sonrió el Weasley, soltándole la nariz y haciéndole un hueco para que se sentara con él, cosa que la muchachilla ya estaba acostumbrada a hacer. Se levantó un poco la túnica y se subió al banco para sentarse con él, sonriéndole.

-Sí, hoy no tuve pesadillas- contestó la rubia alargando la mano para coger un bollo de crema, llevándoselo a los labios mientras su primo le servía un poco de jugo de calabaza en una jarra, como cada mañana.

-¿Qué tienes a primera?- preguntó el pelirrojo, dejando la jarra en la mesa y mirando a la niña, que desayunaba sin prisa ninguna, tomándose su tiempo para beberse su zumo y masticar bien el bollo.

-Historia de la magia- susurró casi apesadumbrada… aunque el profesor Binns solía ser puntual, era una de las clases donde más sufría, pues por el aburrimiento de las lecciones, los muchachos de Slytherin se entretenían en meterse con ella.

-Vamos, no pongas esa cara… Es aburrida, sí, pero no es para tanto- comentó el Weasley, acariciando los cabellos a la niña, que asintió suavemente mientras se levantaba.

-Me voy ya ¿Vale? Te… te veo en la comida- susurró, dándole un beso en la mejilla a Charlie y saliendo rápidamente de allí hacia la clase.

Pocos minutos después, ya estaba allí, sentada en primera fila, como siempre… La clase estaba desierta aún, por lo que disfrutaba de aquellos minutos a solas. Pero esos minutos no duraron mucho. Por la puerta entraron tres de los chicos de Slytherin de su curso, que enseguida se acercaron hasta ella, entre risas.

-¿Qué pasa Prewett? ¿Te pones tan adelante porque nos tienes miedo?- se burló uno, entre risas, siendo secundado por sus dos compañeros. Pero Divi no contestó; se limitó, simplemente, a mirar hacia delante, con los ojillos entrecerrados.

-Mírala… le comió la lengua el gato… Eso le pasa por ser una traidora… Una Slytherin que no cree en la pureza de la sangre- se mofó el segundo mientras el otro chaval agarró del pelo de la niña, tirando hacia atrás, lo que provocó que emitiera un pequeño gritito de dolor.

-¡Vaya! Pero si sabe gritar. ¿Sabes? Vamos a conseguir que te echen… No eres digna de estar en Slytherin.

-¡Sí! Y encima mírate, eres rara, una llorica y además fea- los tres se echaron a reír, volviendo el primero a tirarle del pelo mientras otro empujaba su mochila hasta dejarla caer al suelo, provocando que todas sus cosas se saliesen de ella. Pero Divinity aguantó el tipo y se mordió los labios… No quería que la vieran llorar por aquello; lo que para esos chicos era una diversión, para ella suponía un infierno.

-Anda, agáchate y recógelo- ordenó el que la tiraba del pelo, soltándola y empujándole la cabeza contra la mesa… no se golpeó en la cara de milagro. Suspirando, la rubia se levantó de su asiento, recogiendo las cosas, acuclillada, cosa que uno de ellos aprovechó para darle un empujón con el pie en la espalda, haciéndola caer de boca al suelo, volviendo a reírse de ella. Divinity no aguantó más, así que recogió todo rápidamente, se levantó del suelo y salió de allí como un huracán mientras los tres chicos, ahora coreados por algunas compañeras más de su casa, la dedicaban todo tipo de insultos y mofas.

Las lágrimas corrían libremente por sus mejillas… Quizá era muy débil, temía contarlo por si, encima, hasta aquellos que la apreciaban se reían de ella. Su vida se estaba convirtiendo en un tormento, cada día era la misma historia: mofas, insultos, risas y golpes ¿Por qué? ¿Qué había hecho ella para merecer aquello de sus compañeros? Por muchas vueltas que le daba, no lograba comprenderlo.

Mientras corría y pensaba en esto, no se dio cuenta de que un grupo de séptimo se cruzaba en su camino y se chocó contra uno de ellos, cayendo se bruces al suelo y encogiéndose, temerosa, con la mochila apretada contra su cuerpo: como fuera alguno de sus compañeros, ya se había ganado otra humillación. Pero no, en vez de eso notó una mano sobre su cabeza y oyó una voz de lo más familiar.

-Ey Divi… ¿Qué te ocurre reinita?- era Charlie… se había chocado contra un grupo de estudiantes de Gryffindor, cosa que agradeció una y mil veces. Se levantó de un salto, quitándose las lágrimas con las manitas y sorbiendo el agüilla de la nariz.

-Nada… nada Charlie- dijo Divi, tranquilamente… pero él no la creyó. Se disculpó con sus compañeros y la cogió en brazos antes de que pudiera decir “Gryffindor”, caminando hacia las afueras, a los jardines, para sentarse con ella.

-A ver, reinita, no me digas que no te pasa nada porque te he visto quitándote las lágrimas y encogerte y temblar como un perrillo apaleado… ¿No me lo vas a contar a mi? ¿A tu Charlie?- Divinity suspiró… quizá él si la comprendiera… era mayor y se preocupaba siempre mucho no solo por sus hermanos menores, por ella. Sentándose en el suelo con el pelirrojo y quitándose las nuevas lagrimillas que volvían a recorrer sus mejillas, Divi comenzó a relatarle todo lo que llevaba sufriendo en silencio aquellos meses, los golpes, los insultos, todo. Su primo escuchaba con atención, asintiendo a las palabras de la chiquilla, dejándola terminar y sacar todo aquello que la atormentaba.

Cuando la chiquilla terminó, Charlie alargó los brazos hacia ella, cogiéndola por la cintura y atrayéndola hacia sí para sentarla en su regazo, abrazándola casi paternalmente mientras besaba sus cabellos.

-Has hecho bien en contarlo, Divi… No puedes dejar que esos niños sigan riéndose así de ti… Tú vales mucho más de lo que ellos quieren ver… ¿Sabes lo que ocurre? Que te tienen envidia- susurró Charlie, pero Divinity negó suavemente.

-No… me odian porque no creo en eso de la sangre pura, se ríen de mi y me pegan porque soy débil y no tengo amigos entre ellos- murmuró la rubia mientras se mantenía bien abrazada a Charlie… El muchacho suspiró, acariciándole la espalda con delicadeza, con los ojillos entrecerrados.

-Escúchame Divi. No puedes permitir que te sigan haciendo eso ¿Entiendes? Tienes que hacerte respetar, imponerte ante ellos. Tú eres fuerte, lo sé, y tienes que sacar esa fuerza. Si ves que intentan hundirte, lucha por no hacerlo, eso les hundirá a ellos- tomó con cuidado la barbilla de la niña, alzándole el rostro para fijar su mirada en los enrojecidos ojos de Divi –Recuerda siempre esto, Divinity: Demuéstrales quién eres y jamás ¿me oyes? Jamás te dejes pisotear, porque tú vales mucho más que todas esas serpientes- Divi parpadeó un par de veces, asintiendo…. Quizá Charlie tuviera razón… quizá fuera el momento de plantarles cara y hacerles ver que esa niña débil había desaparecido. En ese mismo momento, nació una nueva Divinity, una Divinity que prevaleció por muchos años.

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