sábado, 26 de julio de 2008

Travesuras

Había pasado un año desde entonces, y las dos rubias habían entrado en su segundo curso en Hogwarts. Tras la muerte de los padres de Ytzria las navidades anteriores, Jessica había acordado llevarse todas las navidades a Ytz a su casa con su hija para que no se quedara sola allí en Hogwarts, pues también sabía que los Weasley irían a La Madriguera. De ese modo, Ytzria pasó a ser cómo de la familia para los Prewett; para Jessica fue como una hija más, dulce como la miel y delicada como un inocente lirio… para Divi, esa hermana a la que nunca tuvo.

Y por fin habían entrado en segundo, sí, y se habían hecho con todo el Castillo. Conocían sus pasillos, a dónde llevaban las escaleras cada vez que cambiaban y, sobretodo, conocían cada uno de los pasadizos de la escuela gracias a los gemelos que, misteriosamente, eran los únicos que conocían la ubicación y las contraseñas de todos y cada uno de ellos. Uno de los días, de hecho, hasta les enseñaron el pasadizo de “La bruja tuerta”, que llevaba directamente a Honeydukes y, desde entonces, nunca les faltaron suministros de dulces a los cuatro amigos.

Aquella mañana de sábado estaba siendo especial, sobretodo para Ytzria. La había elegido buscadora de Ravenclaw y no cabía en sí de la alegría. Sabía que eso significaba enfrentarse a los gemelos en los partidos, pero no le importaba y hasta ellos dos estaban más felices casi ella de verla cumplir una de sus ilusiones. Desde que había conocido el quidditch, se había convertido en una de las pasiones de la rubia.

Ese día era el primer entrenamiento e Ytzria volaba en círculos alrededor del campo, buscando la snitch, mientras sus compañeros también entrenabas en sus puestos. Estaba concentrada, con los ojillos entrecerrados, atenta a cualquier movimiento o destello dorado.

-¡La encontró!- exclamó george en cuanto vio a Ytzria girar hacia la izquierda y aumentar vertiginosamente la velocidad de su escoba. Se había curvado ligeramente hacia delante y mantenía las manos apretadas contra el palo de la escoba.

-¡Ánimo Ytz!- gritó Divi, levantándose y agarrándose a la vaya de las gradas, dando pequeños saltitos mientras seguía a su amiga con la mirada. A ella era a la única a quien no le gustaba el quiditch de los cuatro. De hecho le tenía un miedo atroz a volar en escoba, pero aún así siempre iba a verles y a animarles con todas sus fuerzas. Se tensó ligeramente cuando vio a Ytzria girar sobre sí misma en la escoba, conteniendo la respiración, como si su amiga hubiese estado apunto de caerse, pero Ytzria era muy buena montando en escoba y aquella cabriolas eran más que normales en ella.

De repente, Fred y george se unieron a Divi, jaleando y aplaudiendo a Ytzria cuando ésta, tras alargar el brazo, cerró la mano y aminoró el vuelo, alzando al puño triunfal: la había atrapado. En menos de lo que se decía “quidditch”, los tres amigos salieron corriendo por las escaleras de las gradas hacia el campo cuando la vieron descender. Fred, que fue el primero en llegar, no dudó en cogerla en brazos y alzarla, girando con ella sobre sí mismo.

-¡Esa es mi Lady lloros!- exclamó, alegremente, mientras george cruzaba las manos tras su nuca, con una amplia y alegre sonrisa en sus labios. Ytzria comenzó a reír, ligeramente sonrosada, con las manos colocadas sobre sus hombros.

-Casi se me escapa- murmuró quejosa, ladeando la cabecita hacia un lado, fijando sus grisáceos e inocentes ojillos en los del pelirrojo, que la dejó de nuevo en el suelo y la despeinó travieso.

-Eres buena ¿eh? Y no te creas que esto se lo digo a cualquiera que no sea de Gryffindor- dijo George, muy orgulloso, mientras asentía -. Pero contigo hago una excepción porque eres de los nuestros- sonrió entonces, entre cariñoso y travieso, mientras Divi se estiraba largamente.

-Ya sabes, ahora te toca patearles el culo a los de Slytherin ¿eh?- arrugó la varicilla, asintiendo, mientras Ytz, tras mirar a George, miró a su amiga, negando firmemente, casi asustada.

-¡Pegar está mal! No me han hecho nada para que les pegue en el culete- murmuró, agachando la cabecilla como un cachorrito asustado, pero Divi y los gemelos se echaron a reír alegremente bajo la extrañada mirada de su amiga -¿Qué he dicho que sea gracioso?

-Nada Ytz, es que lo de “patear el culo” es solo una expresión- explicó Fred, quitándose con las manos las lagrimillas de la risa que brotaban de sus ojos.

-Exacto, quiere decir que te esfuerces para ganarles- terminó George, colocándose entre las dos chicas y pasándoles los brazos por los hombros -. Bien, y ahora viene lo bueno, chicas.

-¿Lo bueno?- preguntaron al unísono las dos amigas, sin entender muy bien lo que el gemelo quería decirles. Fred se acercó a su hermano y le quitó el brazo que rodeaba el hombro a Ytzria para rodearla él mismo, asintiendo.

-Así es, pequeñas , tenemos un magnífico plan para molestar a esas serpientes de Slytherin- contestó Fred, entrecerrando los ojillos mientras, en sus rojizos labios, se dibujaba una media sonrisa traviesa.

-A ver ¿Cuál es ese magnífico plan?- preguntó Divi, mirando a ambos gemelos, curiosa.

-Primeramente, que tú hoy cenas en la mesa de Gryffindor- dijo George, mirando a su hermano, que asintió también.

-Y segundo- continuó Fred – que las serpientes hoy comerán bichos… veréis, os contaré el plan- y, mientras caminaban hacia el castillo, los gemelos fueron contándoles, con pelos y señalas, lo que tenían en mente para fastidiar una vez más a sus eternos rivales.

Cuando llegó la noche, todos los alumnos fueron amontonándose en las puertas del Gran Comedor para entrar a colocarse en sus mesas y cenar tranquilamente antes de ir a terminar sus tareas o, simplemente, a hablar con sus amigos hasta la hora de dormir. Los gemelos Weasley, Ytzria y Divi se habían ido a la mesa de Gryffindor, donde ya era más que normal ver a las rubias.

Las mesas aún estaban vacían y los alumnos cada vez más alborotados. Como si no pasara nada, Fred hablaba animadamente con Ytzria mientras george no paraba de chinchar a su prima, que se retorcía entre risas por las cosquillas que éste le hacía. De repente, con un suave “plop”, aparecieron los platos, los vasos, la comida y la bebida en las cinco mesas. Inmediatamente, las risas del comedor quedaron silenciadas por multitud de gritos provenientes de la mesa de los Slytherin. Todos los alumnos giraron la mirada hacia allí, donde los chicos de Slytherin intentaban matar la multitud de enormes y asquerosas cucarachas que salían de todos los platos de comida, mientras que las chicas no paraban de gritar y alejarse cada vez más de la mesa. Las otras mesas rompieron en sonoras risotadas y burlas, señalando a los “valientes” Slytherin, aquellos que siempre alardeaban de su grandeza y que huían de unos simples y diminutos bichos.

Con disimulo, los gemelos y las dos chicas chocaron las manos, aún entre risas, mientras observaban la escena. Algunos de los profesores tuvieron que bajar de su mesa para limpiar aquel desastre, haciendo desaparecer, uno por uno, los platos junto con los insectos. De repente, uno de los Slytherin, un chico de la misma clase de Divi y con el que se llevaba tremendamente mal, llamado Nucumna Tonks, cogió una pequeña nota de pergamino que, extrañamente, estaba justamente en aquella zona, donde solía sentarse. Quitó una cucaracha que, inútilmente intentaba entrar en él, y lo abrió, leyendo lo que ponía.

Comenzó a enrojecer, apretando los puños, y mirando hacia la mesa de Gryffindor, los únicos que, evidentemente, tenían tanto odio a los Slytherin como para hacer algo así. Dejó hacer la nota al suelo mientras se alejaba hacia la puerta para salir. Y aquella nota, solo rezaba una frase “Lo sentimos, pero hoy queda demostrado que las víboras huyen de las cucarachas, lo que quiere decir, que son aún inferiores a éstas”

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡¡Qué bueno!! ¡¡si es que son unos ídolos!! Una broma divertida ^^

Besos.