viernes, 12 de septiembre de 2008

CAPÍTULO 4: El muchacho de Dumstrang

Poco a poco el tiempo fue pasando. Las clases se le hacían normalmente muy cortas e interesantes, menos las de Pociones, pues siempre, desde que entró en Hogwarts, había sentido cierto respeto a tratar con el profesor Snape: odiaba la forma que tenía de tratar con las personas.

Uno de los días, ya cercano al final del mes de Octubre, los alumnos comenzaron a arremolinarse en cuanto un nuevo cartel hizo su aparición en el vestíbulo. Todos los alumnos comenzaron a correr y a amontonarse delante del cartel para leer su contenido cuanto antes. La letra era la de Dumbledore y claramente podía leerse en él:

TORNEO DE LOS TRES MAGOS

Los representantes de Beauxbatons y Durmstrang llegarán a las seis en punto del viernes 31 de octu­bre. Las clases se interrumpirán media hora antes.

-¡Ey! ¿Habéis leído eso?- preguntó Lee emocionado mientras miraba a Fred, George y Divi, que asentían a la vez mientras miraban el cartel.

-Así que llegan ya… ¿Cómo creéis que serán? ¿Les caeremos bien?- preguntó Fred animadamente.

-La pregunta, Fred, no es esa… la pregunta es… ¿Habrán chicas guapas?- preguntó Lee con cierto tono de broma en su voz, lo que hizo que, junto a él, los gemelos se echaran a reír a carcajadas

-¿Sólo sabéis pensar en chicas? Me decepcionáis- dijo la rubia poniendo los ojos en blanco mientras se estiraba largamente, haciendo que cada una de sus vértebras sonara, relajando a la muchacha.

-Vamos muñeca, no te enfades- dijo Lee rápidamente mientras le pasaba el brazo por los hombros, comenzando a caminar con ella hacia el comedor, hablando entre susurros: como siempre, entre ellos dos había un buen ambiente, cargado de amistad y compenetración, algo que le faltaba con sus compañeros de clase.

Pero aquella semana pasó rápidamente y el día 31 llegó acompañado de un día parcialmente nublado y con un frío que congelaría hasta el mismísimo lago Negro si no fuera tan profundo. Todos los alumnos estaban alborotados y ya corrían desde las clases a sus Salas Comunes para dejar sus cosas y bajar rápidamente hacia el Vestíbulo de entrada, donde los jefes de casa colocaban a sus alumnos en fila y les iban dando instrucciones para que todo saliera a la perfección. Snape paseaba silencioso entre los alumnos de Slytherin, sonriendo orgulloso a sus alumnos mientras Divinity intentaba llamar la atención de una muchachita rubia de Ravenclaw haciendo graciosos gestos con la mano.

-¿Qué demonios hace, Prewett? ¿Le han hecho algún tipo de encantamiento para bailar o es que simplemente desea llamar la atención de todo el mundo?- dijo la voz de Snape justamente detrás de Divi. Esta, al instante, frunció el ceño y miró hacia delante, sin darle a Snape la satisfacción de contestarle y ganarse una semana de castigo, lo que molestó bastante al profesor, el cual se alejó de malos modos.

-¿Qué, Prewett? ¿Tu vida es tan triste que hasta aquí necesitas que Snape te regañe?- preguntó Tonks con un tono sarcástico que a la rubia no terminó de agradarle.

-¿Quieres que te parta la boca antes de que lleguen los invitados al castillo, Tonks?- preguntó ella fríamente sin dejar de mirar al frente. El muchacho, en vez de contestar, se limitó a comentar por lo bajo con sus compañeros, riéndose mientras Divinity simplemente esperaba la señal de los profesores para salir a recibir a las otras dos escuelas.

Aquella señal no tardó mucho en producirse. Los grandes portones de Hogwarts se abrieron majestuosamente y todos los alumnos comenzaron a desfilar hacia el exterior mientras comentaban entre sí, llenos de nervios, qué harían y cómo serían sus nuevos compañeros. Era una noche fría y clara. Oscu­recía, y una luna pálida brillaba ya sobre el bosque prohibido. Todos se situaron en el lugar que les indicaron los profesores mientras todos miraban nerviosamente a su alrededor… Todo estaba tan silencioso y tranquilo como siempre, lo que aún les provocaba más ansias.

-¡Ajá! ¡Si no me equivoco, se acercan los representan­tes de Beauxbatons!- exclamó la voz de Dumbledore por detrás de la multitud. Todos comenzaron a mirar nerviosamente a su alrededor entre murmullos hasta que, por encima del Bosque Oscuro, comenzó a verse una enorme figura negra que volaba directamente hacia ellos. En cuanto la luz del castillo le dio de lleno, los alumnos pudieron ver que se trataba de un carruaje colosal, de color azul pálido y del tamaño de una casa grande, que volaba hacia ellos tirado por una docena de caballos alados de color tostado pero con la crin y la cola blancas, cada uno del tamaño de un elefante. El carruaje descendió precipitadamente y ate­rrizó a tremenda velocidad. Entonces golpearon el suelo los cascos de los caballos, que eran más grandes que platos, me­tiendo tal ruido que más de un alumno se sobresaltó. Un segundo más tarde el ca­rruaje se posó en tierra, rebotando sobre las enormes rue­das, mientras los caballos sacudían su enorme cabeza y movían unos grandes ojos rojos.

Un muchacho vestido con túnica de color azul pálido saltó del carruaje al suelo, hizo una inclinación, buscó con las manos durante un momento algo en el suelo del carruaje y desplegó una escalerilla dorada. Respetuosamente, retro­cedió un paso. Al momento pudo verse un zapato negro brillan­te, con tacón alto, que salía del interior del carruaje. Al zapato le siguió, casi inmediatamente, una enorme mujer cuya altura solo era comparable a la de Hagrid.

En cuanto la luz incidió sobre aquella mujer, pudo verse un hermoso rostro de piel morena, unos ojos cristalinos gran­des y negros, y una nariz afilada. Llevaba el pelo recogido por detrás, en la base del cuello, en un moño reluciente. Sus ropas eran de satén negro, y una multitud de cuentas de ópalo brillaban alrededor de la garganta y en sus grue­sos dedos.

Dumbledore entonces empezó a aplaudir, lo que provocó que el resto de alumnos lo hicieran mientras él daba la bienvenida al colegio de Beauxbatons. Pero Divinity no escuchaba, sino que miraba a su alrededor en busca de los alumnos del otro colegio, aquel búlgaro del que decían que daban como asignatura Artes Oscuras… ¿Sería eso cierto? ¿Podrían enseñar algo tan peligroso como Artes Oscuras? Pero enseguida la voz de Lee la sacó de su ensimismamiento.

-¡El lago!- exclamó señalando hacia él -¡Mirad el lago!- Todos se giraron hacia él, observando la superficie, que no era lisa, sino que se veía cómo algo se agitaba debajo, provocando que empezara a burbujear constantemente, provocando la creación de un remolino del que empezó a salir el mástil de un barco. Lenta, majestuosamente, el barco fue surgiendo del agua, brillando a la luz de la luna. Producía una extraña impresión de cadáver, como si fuera un barco hundido y resucitado, y las pálidas luces que relucían en las portillas daban la impresión de ojos fantasmales. Finalmente, con un sonoro chapoteo, el barco emergió en su totalidad, balanceándose en las aguas turbulentas, y comenzó a surcar el lago hacia tierra. Un momento después oyeron la caída de un ancla arrojada al bajío y el sordo ruido de una tabla tendida hasta la orilla.

Del interior del barco comenzaron a bajar numerosos alumnos mientras los profesores ya empezaban a avisar a los alumnos de que fueran entrando al Comedor para que diera comienzo el banquete de bienvenida, en el que se explicaría todo. Los alumnos caminaban casi a regañadientes, pues entre los alumnos de Dumstrang se encontraba el famoso buscador búlgaro Víctor Krum, lo que provocó el revuelo de las chicas y las exclamaciones de admiración de los chicos.

Una vez allí, los alumnos de Hogwarts tomaron asiento en sus mesas, como era costumbre, dejando hueco para los nuevos huéspedes, que se repartirían entre las mesas como mejor les viniera. Divi miraba hacia la mesa de los profesores, donde Dumbledore ya se alzaba orgulloso, mirando hacia la puerta de entrada.

-Este año, Hogwarts será el hogar de unos huéspedes muy especiales. ¡Demos la bienvenida a nuestros hermanos del norte, los hijos de Dumstrang, y a su insigne maestro Igor Karkarov!- las puertas del comedor, que permanecían cerradas, se abrieron de golpe, dejando pasar a los alumnos de Dumstrang, todos vestidos con el uniforme de su escuela, caminando como si de una escuela militar se tratase. La rubia se giró para mirarles y, entre ellos, pudo reconocer unos cabellos negros, no muy cortos, y unos ojos azules y tristes.

-Ese…- susurró para sí misma –ese es el chico con el que me choqué en la estación- y efectivamente, era aquel chico: el mismo uniforme, esos ojos tan tristes, ese rostro tan hermoso, tan atractivo.

Mientras tanto, en la mesa de Gryffindor, los gemelos y Lee Jordan miraban anonadados hacia uno de los alumnos de Dumstrang, un muchacho alto, de fuerte constitución: Víktor Krum, el mejor buscador de quidditch del mundo.

-¡Ey tío!- exclamó George dándole un codazo a su hermano -¡Es Krum!- al oírlo, Fred y Lee giraron el rostro hacia donde George señalaba, con las bocas abiertas en expresión de sorpresa.

-¡El mejor buscador del mundo aquí! ¡En Hogwarts!- exclamó Jordan anonadado.

-Dan un susto estos norteños…- dijo George rascándose la cabeza –Mirad ese tipo que coge a Krum… ¡Qué yuyu! ¿A vosotros no os pasa?

-Tiene una cara de malas pulgas…- añadió Lee Jordan, asintiendo.

-Pues si- corroboró Fred –yo jamás me atrevería a levantarle la voz- pareció temblar un instante antes de reír con picardía. En ese instante, Dumbledore sonrió, tendiéndole la mano a Karkarov y volvió a mirar hacia el comedor.

-Démosle también una agradable bienvenida a las señoritas de Beauxbatons y a su directora Madame Maxim- las puertas del comedor volvieron a abrirse nuevamente, dando paso a un montón de muchachas que caminaban orgullosas, moviendo de un lado a otro su larga cabellera y sus caderas y, tras ellas, aquella enorme mujer, cuya altura solo era comparable a la de Hagrid. Fred y Lee, al ver a las muchachas francesas, sonrieron tontamente, sacando la cabeza por detrás de los alumnos para verlas mejor.

-Estamos en el cielo ¿verdad?- susurró Lee con cara de enamorado, como hacía cuando veía por la espalda a cualquier muchacha. George les dedicó una mirada de soslayo a su hermano y su amigo para después mirar con disimulo hacia la mesa de Slytherin, suspirando largamente.

-Sí… estamos en el mismo cielo y nadie nos lo ha dicho- susurró suavemente, volviendo la mirada hacia su mesa. En ese momento, Dumbledore volvió a mirar a los alumnos, dedicándoles una amplia sonrisa a los nuevos huéspedes, que se habían entremezclado en el resto de las mesas.

-Ahora, queridos alumnos, cenemos tranquilamente ¡Que aproveche!- exclamó alegremente, dando un par de palmadas, haciendo que las mesas se llenaran de comida. George, al verlo, comenzó a echarse una considerable cantidad de comida en el plato mientras su hermano y Lee reían alegremente.

-¿De qué os reís tanto?- preguntó enarcando una ceja -¡Compartid conmigo, leñes!- exclamó comenzando a reír.

-¿No las has visto?- preguntó Fred fingiéndose sorprendido.

-¡Sí! ¡Se mueven como ángeles!- explicó alegremente Lee, intercambiando una amplia sonrisa con Fred mientras se echaba comida en el plato.

-Bueno…- dijo George ladeando ligeramente la cabeza –tampoco es para tanto. En Hogwarts también tenemos chicas bonitas y no os alteráis tanto- rió dándole un bocado a un bollo de pan.

-¡Eso es cierto!- exclamó Lee sonriendo pícaro –Como mi queridísima Katie, que siempre me da calabazas, o Angelina, o…

-O cualquiera, Lee- le cortó Fred soltando una sonora carcajada –. Pata ti cualquiera- exhaló un largo suspiro y luego miró a su gemelo, que aún esperaba alguna respuesta convincente -. Hay chicas monas, sí, pero… las tenemos ya muy vistas, George.

-¿No será- comenzó a preguntar el otro gemelo, enarcando una ceja de manera burlona –que os dan calabazas y tenéis la vaga esperanza de que alguna de estas os diga que sí?- se metió entonces un poco de carne en la boca, masticando mientras les miraba inquisidoramente.

-¡Vamos hermano!- exclamó Fred -¡Tú sabes que yo soy puro encanto!- rió sonoramente mientras Lee tragaba la comida antes de contestar.

-Y yo también, lo que pasa es que hay Lee para todas- bromeó volviendo a llenarse la boca de comida y masticando cómicamente. Ante los comentarios de su hermano y su amigo, George tragó casi atragantándose por la risa.

-Sí, y yo ahora soy un santo que jamás ha hecho nada que no entrara dentro de las reglas… ¡No jodáis que os he pillado! Apesta a oportunismo a la legua.

-¡Tú no entiendes de mujeres! Te aseguro que hay muchas detrás de mí De los dos soy el más guapo- explicó Fred orgulloso, sonriendo con plenitud mientras Lee estallaba en carcajadas, lo que hizo que Fred enarcara ambas cejas -¿Qué? ¡Es verdad! Pregúntaselo a cualquiera- George puso los ojos en blanco y dio un capón a su hermano, que se encogió ante el golpe.

-El más guapo soy yo, que para eso soy el mejor ¿A que sí, Lee?

-Vamos- contestó Lee atusándose las mangas de la túnica coquetamente –todos sabemos que de los tres el más guapo soy yo.

-¿Tú?- Fred estalló en carcajadas, mirando a su amigo –Tío, no me hagas reír, por favor.

-Anda- dijo George dejando de reír, aunque aún se le escapaba alguna carcajada-, preguntémosle a una chica imparcial- se levantó y miró hacia la mesa de Slytherin, colocándose las manos alrededor de la boca y gritando -¡Divi! ¡Divi!- la muchacha, al oírlo, se escabulló de su mesa, cruzando el enorme Comedor hacia el lugar donde se sentaban a cenar los de Gryffindor, sentándose entre Fred y Lee, sonriendo radiante.

-¿Me llamabais?- preguntó Divinity mientras le quitaba el vaso de jugo de calabaza a Lee y se lo llevaba a los labios, bebiendo mientras miraba con atención a los muchachos.

-¡Claro muñeca!- exclamó Lee sonriéndole con picardía -¿Quién es el más guapo de los tres?- La rubia enarcó ambas cejas, mirándoles uno por uno y aguantándose las ganas de reír al ver a George sonriéndole con el labio superior manchado de jugo de calabaza. Seriamente y sin prisas, dejó el vaso en su lugar y, tras carraspear levemente, señaló directamente a Ron.

-Él- contestó lentamente, sin mirarles. Fred se atragantó con el jugo de calabaza, Lee se quedó completamente boquiabierto y George se dio un par de golpes con la frente en la mesa, mirando a continuación a la muchacha con cara de circunstancia.

-Espera, espera…- dijo finalmente George intentando aclarar la situación –tiempo muerto… ¿¡Que Ron es el más guapo!?- en ese instante, la bruja se echó a reír animadamente, mirando a los tres chicos que permanecían boquiabiertos.

-Vamos, miraros. Fred y tú sois exactamente iguales… Bueno, en la forma de ser no, pero físicamente sí. Y Lee es como un muñequito. Los tres sois encantadores a vuestra manera- explicó encogiéndose de hombros.

-No te soporto a veces ¿Eh?- resopló George dándole la espalda, fingiéndose enfadado –Desde luego… tener primas para esto… Luego van y te llaman igual a alguien. Vamos Fred, vamos con nuestra igualdad, que Divi nos cree eso… simples calcos.

-Vamos George, no te enfades- dijo la muchacha levantándose y abrazando al chico por la espalda, posando la barbilla en su hombro -. Si tú eres guapo, pero Fred también lo es… Aunque tú eres mi mejor amigo, pero con Fred también me río mucho ¿Ves? Es que os quiero a los dos igual, entonces no puedo elegir.

-Ya, claro- ironizó George levantándose y dejando a Divinity con la palabra en la boca antes de que pudiera terminar y se sentó entre dos chicas de Beauxbatons -¡Hey! ¡Buenas noches! Mi nombre es George Weasley- la muchacha, al verlo, puso los ojos en banco y se levantó suspirando, saliendo del comedor sin terminar de escuchar el discurso de Dumbledore. Allí, en el pasillo, se encontró con aquel extraño muchacho, apoyado en una de las ventanas, observando el exterior. Al verle, enarcó una ceja y se acercó con paso tranquilo, mirándole con curiosidad.

-Te estás perdiendo los postres. Son deliciosos- el muchacho pareció no sorprenderse por la presencia de Divinity y se limitó a encogerse de hombros ligeramente, lo que hizo que la bruja enarcara ambas cejas -. Bueno, allá tú- añadió girándose para seguir su camino, pero antes de comenzar a caminar, giró un poco el rostro para añadir algo más -. Por cierto, siento el tropezón de aquel día- el chico giró el rostro hasta clavar su triste mirada en los ojos de Divi.

-No hay por qué disculparse- murmuró lo suficientemente alto como para que ella lo escuchase y se giró, marchándose en dirección opuesta a la bruja, dejando en la ventana unas cuantas gotitas de sangre. Divi, al ver las pequeñas manchas, enarcó ambas cejas y se acercó a la ventana, rozándolas con sus dedos, tiñéndoselos de carmesí.

-¡Oye!- exclamó mirando al muchacho –Estás… sangrando- el chico se frenó entonces, asintiendo ligeramente y girando el rostro hasta poder mirarla de reojo. De nuevo aquella triste mirada le hizo suponer que era una persona infeliz, pero una media sonrisa se dibujó en sus carnosos y atractivos labios retorcidamente.

-Me sobra- susurró y se giró de nuevo, caminando como si nada, metiendo sus manos vendadas en sus bolsillos. Divinity enarcó ambas cejas, mirándole con la cabeza ladeada.

-Pero qué chico más raro- susurró mirándose la mano, aún con los restos de sangre del cristal entre sus dedos. Suspiró largamente y, tras limpiar el cristal con la manga de su túnica, se giró, dirigiéndose hacia las mazmorras para irse a la sala común. Se metió las manos bajo las mangas, caminando pensativa sin quitarse de la cabeza la imagen de aquel extraño muchacho de Dumstrang -. Sangre Limpia- susurró nada más llegar a la puerta de la sala común. La puerta se abrió dando paso a una enorme sala, iluminada por el incesante tintineo de las velas, completamente desolada de gente. Se quitó la túnica, dejándola tirada en el sofá, se desabrochó la corbata y los primeros botones de la blusa, sentándose en el sofá pesadamente, mirando al fuego pensativa, en absoluto silencio. ¿Quién era ese muchacho? ¿Qué le pasaba en las manos? Ese chico había tenido un extraño efecto en ella, atraía su atención, le fascinaba pese a no saber absolutamente nada de él.

Durante esa semana, se habilitó el Gran Comedor para que los alumnos mayores de 17 años que quisieran participar en el Torneo pudieran meter un trozo de pergamino con su nombre en el Cáliz.

Era martes y Divinity recogió sus cosas cuando la clase de pociones terminó, sin darse cuenta de que aún llevaba el cabello recogido en un moño con dos sencillos palillos de madera. Justo cuando iba a salir por la puerta, a mala idea, Tonks le dio un empujón, lo que provocó que se le cayeran las cosas al suelo, desperdigándose por el suelo.

-¿¡Quieres mirar por dónde vas!?- preguntó de malas maneras la muchacha, agachándose para recoger las cosas -¡Revísate la vista! Maldito niñato del demonio…- murmuró de malos modos mientras empezaba a meter las cosas en su mochila de piel. De repente vio cómo alguien le tendía desde arriba el libro de pociones, lo que hizo que alzara la vista hasta él, cogiéndolo de sus manos: era el muchacho de Dumstrang -. Gracias- murmuró Divinity guardando el libro en su lugar y cerrando la mochila, echándosela a la espalda al incorporarse para salir de la clase, maldiciendo en parsel por lo bajo.

Cuando estaba a punto de doblar la esquina, enarcó una ceja y una idea cruzó su mente.

-Podría… ir a ver qué hace ese chico… Parece muy interesante y yo ahora no tengo clase- pensó para sí mientras se giraba de nuevo hacia la clase de pociones, escondiéndose al lado de la puerta y observándole con muchísima curiosidad. Aquel muchacho estaba abstraído agregando una serie de ingredientes a un caldero. De repente, se desvendó la mano izquierda, mostrando el lamentable estado en el que se encontraba, completamente ensangrentada y quemada; alzó su cuchillo de plata y, haciéndose un corte en su ajada piel, dejó que un hilo de sangre cayera en el caldero haciendo que un hedor increíble invadiera toda la estancia. Divinity, al verlo, abrió ambos ojos, casi sintiéndose mareada ante la desagradable escena, agarrándose al marco de la puerta para no desvanecerse en ese instante, ya que no solo el impacto de la imagen fue fuerte para ella, sino que el hedor empezaba a nublar sus sentidos y a revolver su estómago. Mientras, aquel muchacho se vendó la mano a la vez que la poción se removía sola y la muchacha le miraba entre sorprendida y descentrada hasta que un puñetazo del muchacho y un montón de maldiciones en un idioma que ella no conocía, la hicieron volver el sí. El muchacho hizo que se vaciara el caldero, dejándolo caer de nuevo con un ruido ensordecedor mientras apoyaba las manos en la mesa, agachando la cabeza. Al verlo, la bruja se acercó hacia el muchacho tras soltarse de la puerta, mordiéndose el labio y tragando saliva sonoramente –¿E… estas bien?- susurró suavemente. El mago alzó la cabeza y se giró lentamente hacia ella, clavando su triste mirada en la joven bruja y, asintiendo, recuperó su compostura al momento...frío, impasible, sin sentimientos - Si necesitas que te curen las manos, la enfermera de aquí es muy buena... seguro que es capaz de curarte o al menos de aliviarte el dolor si te duelen.

-No me duelen las manos...no sufras por ello- negó suavemente mientras se giraba, recogiendo sus cosas con mucho cuidado.

-Solo intentaba ser amable- contestó la bruja enarcando ambas cejas -, no hace falta que te pongas así por ello.

-¿Ponerme cómo?- su voz era un murmuro apenas audible; suerte que estaban en una mazmorra a solas. El chaval era demasiado serio... todo lo contrario a lo que estaba acostumbrada la bruja. En ese momento, al mirarle fijamente, pudo fijarse bien en sus facciones: su rostro era afilado pero guardaba en su delgadez una incipiente belleza que tenía su punto álgido en su triste mirada, que no concordaba nada con su manera de actuar. Sus ojos azules como el cielo deberían estar cargados de alegría juvenil o incluso malicia, como los del resto de los magos y brujas de su edad. Sus labios anchos y rojizos no hacían más que invitar al pecado, a sentir su suavidad, su tacto,… cosa que ya se había extendido por la escuela entre las brujas más jóvenes: todas lo habían visto pasar como una exhalación y hasta se cuestionaban si de verdad existía o no.

-Contestar como has contestado- suspiró largamente y se bajó de la mesa donde se había sentado, acercándose a él para ayudarle a recoger las cosas -, aunque... quizá yo también he sido un poco borde ahora mismo, lo siento- fijó al instante su violácea mirada en los ojos del muchacho. Los de Divinity, pese a ser menor que el chico, reflejaban casi su misma frialdad, aunque sin esa tristeza que manaba de los del mago. Aquel muchacho búlgaro recogió el último tarro y cerró tranquilamente el nudo de su mochila, dejándola sobre la mesa.

-Sí, todos somos alguna vez bordes, pero yo aún no lo he sido con usted- dijo en a penas un susurro, sosteniéndole la mirada a la bruja. Era extremadamente educado a la hora de hablar con cualquier persona. Recogió su túnica colocándosela después, despeinándose al hacerlo sus cabellos negros, como la misma noche, que lucían ya algo más largos, rozándole los hombros.

-Puedes tratarme de tú- dijo Divinity enseguida, sin dejar de mirarle… en ese chico había algo extrañamente familiar -, no soy un adulto- susurró sonriendo de medio lado. Sus ojos repasaban completamente el rostro del mago… Había visto ese porte, esos rasgos en algún lugar. Cuando se llevó la mano a la nuca para rascársela pensativa, se dio cuenta de que aún llevara hecho aquel cómico moño con los palitos, así que con cuidado, tiró de ellos y dejó que su larga melena cayera por su espalda. Mientras, el muchacho recogió su mochila y se echó los cabellos hacia atrás, pero lejos de ser un movimiento arrogante o sensual, simplemente lo hacía por su propia comodidad.

-Vale… bueno, pues ya nos veremos por aquí por el castillo… al fin y al cabo no es tan grande- dijo el moreno mientras la miraba, con una deja alzada.

-Si caminas por la zona de las escaleras puedes acabar perdiéndote- dijo sonriendo de medio lado, encogiéndose de hombros -. Ya nos veremos- se giró tranquilamente y comenzó a caminar hacia la salida del aula. Ese chico era muy extraño… su presencia le hacía sentir incómoda pero a la vez despertaba en ella una curiosidad que nunca antes había sentido… ¿Quién demonios era ese chico? ¿Por qué siempre estaba alejado de sus compañeros, tan solitario? Y lo que era aún más extraño para ella… ¿Por qué le resultaba tan familiar?

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Ueee!
Yo sé por qué le resulta tan familiar! =D!
sigue publicando que está muy bien! ánimo!

Anónimo dijo...

Uaha!! a George le mola Divi!! xDDD

O eso ha parecido xD

Nena k hay un errorcito x,x Has puesto día 30 en el cartel y luego 31. (un errorcito sin importancia, solo te lo comento)

Divinity_Black dijo...

gracias por decirmelo, no me di cuenta, peke Ç_Ç =P

Y gracias a los dos por los comentarios! Espero que os siga gustando el fic ^^ y Jere, no hagas spoiler ¬¬ XD!!!!

Besitos!!

Anónimo dijo...

Sí, Jere, haz spoiler, que necesito saber si mis sospechas sobre la identidad del muchacho son ciertas.
Al fin me puse al día leyendo, que tenía unas cuantas entradas atrasadas. Me está gustando mucho, peke, sigue así.

Besitos ^^