martes, 8 de julio de 2008

La llegada a Hogwarts

Eran ya las 10:45 según el reloj de la estación y Jessica no paraba de besar las mejillas de su pequeña mientras Albert, ayudado por Charlie, subía el baúl y la jaula de Yanis al vagón del tren. La estación estaba atestada de niños, ya muchos de ellos vestidos con sus túnicas de la escuela, siendo abrazados y besuqueados por sus madres, o, como en el caso de los gemelos, sermoneados por su madre para que se porten bien ese año.

-Divi, tienes que ser una buena niña ¿eh?- dijo Jessica, mirando a su hija, que se agarraba las perneras de los vaqueros, nerviosa, asintiendo a las palabras de su madre –Y escríbenos una vez a la semana para contarnos cómo te va todo- murmuró la mujer, al borde del llanto. En 11 años era la primera vez que iba a separarse durante tanto tiempo de su pequeña.

-Sí mamá. Os escribiré todos los días- asintió, sonriendo ampliamente antes de abrazarse a ella.

-Y si tienes algún problema se lo dices a tu primo Charlie ¿vale? Que seguro que él te ayuda con lo que sea- la niña volvió a asentir, sin soltarse de su madre, que besaba sus cabellos una y otra vez.

-Vamos Jess, deja a la niña que al final se queda en tierra- dijo una voz masculina, detrás de la pequeña, que se soltó de su madre, girándose rápidamente para saltar a los brazos de su padre, que la cogió al vuelo –Nada de meterte en líos con tus primos, que nos conocemos.

-Seré buena- asintió nuevamente, con una media sonrisa pilla en sus labios. Albert caminó, con la niña en brazos, hasta la puerta del vagón del tren, donde los gemelos la esperaban, sonrientes.

A los pocos minutos, ya estaba estacionada en el vagón con sus primos, sacando la cabeza y medio cuerpo por la ventanilla, agitando la mano para despedirse de sus padres y sus tíos mientras el Expreso de Hogwarts anunciaba su salida. Enseguida se puso en marcha. Los gritos de despedida de los niños fueron la música que acompañó el arranque del tren junto con las últimas recomendaciones de las madres para ese nuevo curso.

-¡Por fin volvemos a Hogwarts!- exclamó un sonriente Fred, frotándose las manos mientras tomaba asiento en su sitio, apoyando los pies en el asiento de enfrente, pues no estaban en el compartimiento mas que ellos dos y su prima.

-¿Cómo es?- Preguntó curiosa la muchacha, mirando hacia sus dos primos, sentándose a lo indio en su asiento, con una amplia sonrisa dibujada en sus rosados labios.

-Pues es… grande- dijo George, enarcando ambas cejas.

-Mágico- secundó Fred.

-Pero sobre todo un lugar donde potenciar nuestro espíritu aventurero- acabaron los dos, entre risas, mientras su prima arrugaba la varicilla.

-Querréis decir un lugar donde hacer muchas bromas ¿no?- se burló la muchacha, entre risas, por lo que sus primos enseguida se lanzaron a hacerle cosquillas, juguetones.

Pasaron el rato hablando alegremente, comentando bromas que habían hecho o que tenían pensadas hacer, cuando la voz de la mujer del carrito les sacó de su conversación. Fred y Divi se levantaron a la vez, de un salto, saliendo del compartimiento hacia la mujer que vendía los dulces.

-Yo quiero… Dos cajas de grageas y cuatro varitas de regaliz- pidió Fred, colándose por delante de un montón de alumnos que llevaban allí ya unos minutos. La mujer le sirvió, con una sonrisa bonachona, y Fred pagó lo que debía, girándose –Divi, voy yendo con mi hermano ¿Vale? ¡Ahora nos vemos!- exclamó entre risas el gemelo, volviendo por donde había llegado, con una de las varitas de regaliz metida en la boca.

Pero algo hizo que se detuviera. Unos metros más adelante, vio a una pequeña niña, de la misma edad que Divi, corriendo hacia él, seguida de un grupo de Slytherins que se reían mientras le gritaban cosas como “estúpida muggle” o “asquerosa sangre sucia”. Fred frunció el ceño, se sacó de la boca la varita de regaliz y corrió hacia allí, pasando por al lado de la chica y encarándose a los chicos.

-Ey, vosotros ¿Por qué no os vais a meteros con alguien de vuestro tamaño? ¿O es que sois tan nenazas y cobardes que necesitáis meteros con una pobre chiquilla para sentiros realizados?- mantenía los ojos entrecerrados y los puños apretados mientras los sollozos de la niña se oían aún cerca. Los tres sytherins iban a decir algo cuando, por detrás de ellos, apareció uno de los prefectos de Ravenclaw.

-¿Qué está pasando aquí?- preguntó, inquisitivamente, mirándoles a todos. Fred destensó los puños, encogiéndose de hombros mientras los otros muchachos hablaban atropelladamente, intentando justificarse, momento que Fred aprovechó para girarse y seguir el sonido de los llantos hasta un rinconcito donde, encogida, estaba la muchacha. Era una niña de largos cabellos platinados, lisos. Temblaba como un cachorro asustado, abrazada a sus delgaduchas piernas y con el rostro hundido entre sus rodillas.

-¡Ey Lady Lloros!- dijo el muchacho, alegremente, acuclillándose al lado de la muchacha –vamos, esos matones ya se han marchado, no volverán a molestarte- pese a que la niña seguía sollozando, alzó un poquito la cabeza, girándola para mirar, aún asustada, a aquel que la había hablado. Entonces Fred pudo ver sus ojos, de un precioso tono grisáceo, como dos bolitas de plata, brillantes, ahora un poco enrojecidos por el llanto. Pero Fred sonrió tan ampliamente como siempre, tendiéndole la mano -. Mi nombre es Fred Weasley y estoy aquí con mi hermano gemelo y mi prima ¿Tú cómo te llamas?

-Y… Ytzria- consiguió murmurar la chiquilla entre tanto sollozo, quitándose las lágrimas con ambas manos.

-Bonito nombre, pero prefiero decirte Lady Lloros- bromeó Fred, tomándola con cuidado del brazo y ayudándola a incorporarse -. Vente, sobra un sitio en nuestro compartimiento y seguro que a mi hermano y a mi prima les caes bien.

Y así hizo. Con tranquilidad y canturreando por lo bajo, Fred guió a la muchacha hacia el lugar donde su hermano y su prima jugaban a las cartas.

-Ya era hora, tío- se quejó el gemelo cuando escuchó la puerta abrirse. Pero en cuanto vio que su hermano no llegaba solo, se olvidó de la tardanza, mirando curioso a la chiquilla -¿Y ella quien es?

-Se llama Lady Lloros. Unos idiotas de Slytherin no hacían más que fastidiarla, así que la he invitado a venir aquí- sonrió, sentándose al lado de su hermano mientras la pobre niña, aún bastante cohibida, lo hacía al lado de Divi, que la miraba curiosa.

-¿Cómo que Lady lloros, Fred? Vamos, jo, tendrá otro nombre- dijo Divi, hinchando los mofletillos antes de sonreír dulcemente a la niña, tendiéndole la mano –Yo soy Divinity Prewett. A estos dos ni caso, solo saben hacer bromas- advirtió la muchacha mientras Fred y George se señalaban a si mismos.

-¿Nosotros?- dijeron a la vez, fingiéndose sorprendidos mientras Divinity no hacía más que asentir.

-Sí, sí, vosotros. Ten cuidado, porque más de una vez intentarán engañarte con que uno es el otro. A mi siempre me lo hacen- asiente firmemente.

-Y siempre picas- agregó Fred, riendo malicioso.

-No siempre, ya os voy conociendo mejor, listo- contestó Divi, sacándole la lengua antes de volver la atención a Ytzria, que seguía de lo más asustada -¿Y tú cómo te llamas?

-Ytzria- respondió la niña, mirando hacia Divinity, que sonrió más ampliamente.

-¿Eres también de primer año? Yo es la primera vez que vengo a Hogwarts, pero mis primos ya llevan un año- habló la rubia, emocionada… iba a hacer una amiga en su primer día -¿Quiénes son tus padres? ¿Son magos?- aquella pregunta pareció turbar a la muchacha nueva, que se echó a temblar.

-Creo que es hija de muggles- dijo Fred, mirando hacia su prima -. Los capullos de Slytherin la estaban llamando sangre sucia y cosas por el estilo.

-Esos idiotas… Es la peor casa en la que puedes llegar a caer. Pero tú tranquila, Lady Lloros- dijo George, con la misma sonrisa que su hermano dibujada en sus labios -, que no nosotros como aliados, ningún Slytherin se atreverá a decirte nada.

Y así, poco a poco, la pequeña Ytzria comenzó a sentirse más a gusto con aquellos tres extraños magos, pasando del temor del principio, a sonreír y reír tímidamente con ellos. Y con ese casual encuentro entre Fred y la pequeña Ytzria, comenzó una fuerte y firme amistad entre los cuatro… Una amistad que superó todos los obstáculos que la vida les ha ido poniendo a lo largo de los años.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ohhhhhhhhhh *_* pero que monos que son esos dos. Pero ya le podían haber pisado la cabeza a una de las serpientes ¬¬.

Un besote.

Anónimo dijo...

Me pido Lady Lloros *-* Freeed ven a rescatarmeeeee~