viernes, 26 de septiembre de 2008

CAPÍTULO 6: Marcus Stendhall

A medida que los días pasaban, los profesores se afanaban más en ponerles tareas, sobretodo a los de 5º curso, para prepararles bien de cara a los TIMO. Tanto Divinity como Ytzria a penas salían de la biblioteca… Snape era terriblemente duro con los de 5º y McGonagall tampoco estaba quedándose atrás. Por suerte, las dos rubias siempre tenían la compañía de los gemelos Weasley que se prestaban, si no a ayudarlas con las tareas, a enseñarles trucos para poder copiar en los exámenes.

-No entiendo nada- se quejó Divi, apoyando la frente sobre el libro, emitiendo ligeros quejiditos de molestia.

-¡Mira, mira!- exclamó Ytzria, señalando hacia el libro mientras miraba hacia Divi, con una amplísima sonrisa en sus labios –Si mezclas esto con esto otro, malo, porque explota, por eso hay una carita triste dibujada… pero si hay una flor, es que está bien- explicó, alegremente… Ytzria siempre había tenido una manera muy curiosa de tomar sus apuntes en clase.

-Pero mira, Ytzria- dijo George, reclinándose hacia delante -, si en vez de echar 4, echas 1,5 a la solución, no explota, solo burbujea.

-¿Y para qué queremos que burbujee, George?- preguntó Divi, parpadeando, dispuesta, como siempre, a tomar los apuntes necesarios a ver si así se le quedaba algo más en l a cabeza.

-Pues porque el profesor pone una cara muy graciosa cuando se enfada- se burló George entre risas.

-Pero no nos va a salir- se quejó Ytzria, mirando lastimeramente hacia el otro gemelo –y el profesor Snape nos castigará el resto del curso a hacer pociones y más pociones.

-Venga, Ytz, no desesperes- dijo Fred, pasándole la mano por la espalda con cuidado -. Seguro que aprobáis si nos hacéis caso. ¡Recordad que somos los terribles gemelos Weasley!- rió, intentando animar a las chicas, pero cuando quiso darse cuenta, Divi y George ya estaban de nuevo discutiendo.

-Yo solo digo lo que veo… e Ytzria es una chica muy guapa- dijo Divi, frunciendo ligeramente el ceño mientras George la miraba, con los ojos abiertos como platos, más que sorprendido.

-Que sepas que me ha dolido lo que has dicho… pensar que me gusta… ¡Si tú ya sabes quien bebe los vientos por ella!- exclamó, haciendo aspavientos con las manos, intentando rebatir lo que la rubia le decía; lo último que quería es que Divi pensara que le gustaba su amiga.

-¡Ya sé que le gusta! Se le nota de lejos… Pero eso no quiere decir que a ti no pueda gustarte- susurró esto último, levantándose de la mesa –Voy a mi cuarto a por más tinta, que se me ha acabado- y, sin decir más, dejó a george con la palabra en la boca, alejándose hacia la puerta de la biblioteca.

-¿Y ahora qué mosca le ha picado?- preguntó Fred, curioso, a su hermano, sin dejar de mirar a Ytzria, que parecía absorta en sus tareas.

-Pues que se cree que me gusta Ytz- murmuró george, alicaído, mientras seguía la estela de su prima con la mirada, torciendo ligeramente el gesto… ¿Por qué todo el mundo pensaba que le gustaba Ytzria por el mero hecho de ser los mejores amigos?

-Bah, déjala, ya sabes el carácter que tiene, hermano- Fred le pasó el brazo por los hombros, ligeramente, mientras Ytzria se levantaba y salía corriendo también hacia la salida de la biblioteca -. Y ahora parece que a ésta le picó otra mosca- murmuró, riendo por lo bajo.

-Tío… ¿Por qué no se lo dices de una vez? Todo el mundo lo sabe menos ella- preguntó George, soltándose de su hermano y rebuscando en su mochila hasta sacar una varita de regaliz, la cual se metió en la boca, mirando a su hermano, fijamente, el cual se estiró, tomándose, evidentemente, su tiempo para contestar.

-Porque no quiero estropear la relación que tenemos, George… Que vale, puedo ir detrás de tías y demás, pero para mi Ytz es diferente, tío… a ella la quiero y paso de perderla por una tontería, ¿Entiendes?- murmuró, emitiendo un largo suspiro mientras que George, sonriente, le palmeaba la espalda, tranquilizador.

Cuando Divi regresaba de la Sala Común con el nuevo botecito de tinta en la mano, vio cómo Ytzria intentaba, sin éxito, pasar hacia la biblioteca mientras uno de los chicos de su clase le cerraba el paso, hablando con ella, o más bien acosándola, como solía ser común.

-Pero vamos, McLouis ¿Qué te cuesta acompañarme a Hogsmeade?- preguntó el muchacho, cortándole el paso, con una estúpida y arrogante sonrisa en sus labios.

-Es que no puedo… no puedo ir porque… porque… ¡Porque tengo que estudiar!- se disculpó Ytzria, sonriendo con cara de circunstancia mientras el chico ladeaba la cabeza, mirando hacia la muchacha.

-Pero si yo puedo explicarte anatomía, preciosa- dio un par de pasos hacia Ytzria, obligándola a quedar atrapada contra la pared, apretada, aunque algo descolocada.

-¿Anatomía? ¿Hay una asignatura que no estudio ni voy a clase?- preguntó, extrañada, mientras, con cuidado, Divi se acercaba por detrás al muchacho, con el ceño fruncido y los puños apretados.

-¡Pues claro que sí! Ven, ven conmigo, que te dejo los apuntes. Si hasta los llevo encima, entre las piernas- dijo el muchacho, riendo malicioso mientras daba un nuevo paso hacia Ytzria.

-¿Anda sí?- preguntó desde detrás Divi, dejando caer la mochila al suelo mientras el muchacho, sobresaltado por la voz, se daba la vuelta, con el ceño fruncido, maldiciendo a aquella que le había cortado el cortejo que estaba llevando a cabo –A ver que compruebe- en cuanto el chico se dio del todo la vuelta, dispuesto a echar de allí a la intrusa, Divi le lanzó una certera patada a su centro de gravedad, entre las piernas. El Ravenclaw emitió un quejido, llevándose las manos al lugar donde recibió el golpe, doblado por el intenso dolor, mientras que la rubia corría a agarrar del brazo a su amiga.

-Ma… maldita…- consiguió balbucear el muchacho, con las lágrimas incluso saltadas y todo, mirando de reojo a las dos amigas.

-¡Anatomía se lo enseñas a tu madre! ¡Estúpido pervertido! Vuelve a tocar a Ytzria y te juro que no serás padre en tu vida, porque te corto con tijeras lo que te cuelga- firmemente, recogió la mochila del suelo y tiró de Ytzria hacia la biblioteca, caminando con la cabeza bien alta. Si había algo que molestaba realmente a Divinity, era precisamente que tomaran por tonta a su mejor amiga e intentaran aprovecharse de ella.

-¡Divi! ¡Que lo has desgraciado! ¡Po… pobrecito!- exclamó Ytzria por el camino, mirando hacia el muchacho mientras se dejaba arrastrar por su amiga de vuelta a la biblioteca.

-¿Pobrecito? ¡¿Pobrecito?! ¡Ytzria, por Merlín! ¿No ves que quería violarte?- se detuvo, girándose hacia su amiga, antes de traspasar las puertas de la biblioteca –Escucha, si vuelven a decirte algo así, patada entre las piernas y sales corriendo, nada de hacerles caso que hay gente muy mala, Ytz…- la rubia asintió, frunciendo el ceño, intentando parecer enfadada, lo que le daba aún, a su angelical rostro, un aspecto más cómico.

-Vale- sonrió nuevamente, ladeando la cabecita -¿Te vienes a la biblioteca de nuevo? Que aún no hemos terminado la tarea- dijo Ytz, sin dejar de mirar a su amiga, que negó con un sutil movimiento de cabeza.

-Me acabo de dar cuenta de que aún no practiqué pociones y tengo un par de dudas, así que voy a bajar a ver si el aula está vacía… Ya sabes que los exámenes de Snape suelen ser duros- se quejó Divi, torciendo ligeramente el gesto, de manera más que graciosa.

-Entonces luego te veo ¿Vale?- ambas amigas se despidieron con una sonrisa y, mientras que Ytzria entraba en la biblioteca a unirse de nuevo con los gemelos, Divinity corrió escaleras abajo hacia las Mazmorras.

El pasillo estaba tan gélido como siempre, solitario, tan solo iluminado por el tintineo del fuego de las antorchas. Casi todos los alumnos o estaban estudiando en las Salas Comunes o en la biblioteca, salvo algunos, algo menos atareados, que disfrutaban lanzándose bolas de nieve unos a otros.

Pero algo hizo que se detuviera antes de girar y entrar en el aula de pociones. Había alguien dentro y las voces le sonaban muchísimo. Se quedó quieta, con la espalda apoyada contra la pared, mientras escuchaba, intentando que ni su respiración pudiera escucharse.

-Ven aquí- dijo Karkarov… Le reconoció enseguida por su fuerte acento norteño y por la gravedad de su voz. Seguramente habría allí otro muchacho de Dumstrang con él. Se oyeron un par de pasos por encima del burbujear de alguna poción.

-Dime…- contestó la otra persona en un tono suave, casi un susurro… Su voz era dulce, lenta y aterciopelada. No había duda, era aquel muchacho.

-Acaba de llegarme una carta de tu madre- habló nuevamente Karkarov mientras Divi contenía tan solo un instante la respiración, como si temiera que, por respirar, se perdiera las noticias que le llegaban a ese extraño muchacho que la tenía tan asombrada -. Tu hermano mayor ha fallecido- humo un silencio incómodo, un silencio que se prolongó unos eternos segundos.

-¿Có… có… cómo? No… no puede ser… Alexander… tie… tiene que haber un error- murmuró el muchacho, entrecortadamente. Su voz, antes firme, ahora se veía quebrada y ensombrecida por el dolor.

-No lo es… la letra es la de tu madre. Lo siento- la voz de Karkarov, sin embargo, no había variado. No había muestras de emoción, ni de compasión en su tono. Es como si aquello se lo estuviera diciendo a un auténtico desconocido en vez de a un alumno, un protegido. Se oyó un leve sollozo y un firme golpe en una mesa, lo que sobresaltó a la muchacha un instante –Siempre pensé que eras más fuerte que los demás… Pero veo que estaba equivocado- la crudeza de aquellas palabras dañó incluso a la joven que, al escuchar que los pasos se dirigían hacia la salida, corrió a esconderse tras una de las armaduras.

-¡El era el único que me quería!- bramó el muchacho, roto de dolor, pero Karkarov ya enfilaba el pasillo hacia la salida de las mazmorras, dejando allí a su alumno sumido en su pena y en su soledad.

En cuanto Karkarov se perdió por el pasillo, Divinity se acercó hacia el aula de Pociones, lentamente, mordiéndose el labio inferior. Ella sí sabía lo que era perder a alguien importante, así que comprendía muy bien al chico. Al llegar a la puerta, se detuvo un instante, con la vista fija en el búlgaro… Estaba de rodillas en el suelo, con las manos apoyadas sobre el mismo. Bajo las palmas empezaban a formarse sendos charcos de sangre mientras que el chico no dejaba de sollozar entre temblores. De repente echó hacia atrás la cabeza y, ver su rostro surcado por las lágrimas del dolor le partió el alma a la rubia… Aquel rostro tan angelical, tan bello, ahora aparecía sonrosado por los esfuerzos del llanto, sus ojos cerrados, derramando un torrente de lágrimas pensándose solo…

Divi se acercó finalmente hacia él, arrodillándose delante, Alargó sus finas manos hacia las mejillas del muchacho, retirando con ellas sus lágrimas mientras se mordía el labio inferior, conteniendo, ella misma, las ganas de llorar. Le rozó los pómulos casi de manera maternal, empapándose con su dolor, intentando así arrojar algo de luz a la oscuridad en la que permanecía inmerso. Enseguida el muchacho bajó la cabeza, fijando su azulada y aguada mirada en los violáceos ojos de aquella que intentaba compartir su dolor, quitarle parte de aquella carga, sin dejar de emitir quejosos sollozos, llamando una y otra vez a su hermano mayor.

-Desahógate…- susurró la muchacha mientras, con cuidado, le abrazaba contra sí, intentando calmar así su dolor, dejando que llorara sobre su hombro -. Llorar no es malo…- aquellas palabras se le clavaron al muchacho en la sien como dos frías dagas… En un instante, toda su estricta educación había quedado reducida a cenizas; su director y protector pensaba que era como los demás y ya nada le diferenciaba… y encima, su hermano estaba muerto. Aún así y por extraño que pareciera, había una extraña con él, una extraña que le abrazaba y acariciaba sus cabellos, que intentaba calmar su dolor sin conocerle, que parecía comprenderle.

De repente, el muchacho se levantó, zafándose del abrazo de la muchacha para salir corriendo de allí, en busca de la salida de Hogwarts, como si su vida dependiera de ello.

-¡Espera, por favor!- gritó Divinity, comenzando a correr detrás del muchacho, todo lo rápido que sus piernas le permitían, pues aquel muchacho era, evidentemente, mucho más alto y rápido que ella. Tuvo incluso que recogerse la túnica con ambas manos para no tropezarse y caerse, cosa que le pasaba con demasiada frecuencia.

Ambos salieron a los terrenos de Hogwarts, el búlgaro llevándole cada vez más ventaja a la rubia, que hacía todos los esfuerzos que podía por alcanzarle, pero le era imposible. Al chico alargó las manos y se agarró a la verja, tirando de ella con todas sus fuerzas… Quería salir, necesitaba hacerlo para poder ir a verle, para estar con su hermano una última vez.

-No… no podrás abrirla- dijo la muchacha, deteniéndose, posando sus manos sobre sus rodillas para recuperar el aliento -. Está.-.. protegida por encantamientos. Ven… yo… yo conozco un sitio donde estarás seguro...

Pero el muchacho no hizo caso… era como si no pudiera escuchar la voz de la bruja. Sacó su varita, apuntando hacia la puerta mientras gritaba un montón de encantamientos, intentando abrirla. Pero evidentemente, nada surtía efecto. Frustrado y emitiendo un sordo grito de rabia y dolor, lanzó la varita hacia la otra punta del patio antes de tomar su forma animaga y salir corriendo por el jardín, hundiendo sus patas en la gélida nieve, ladrando y gruñendo a los chiquillos que allí jugaban, asustándolos, obligándoles a salir de su camino.

Se detuvo en seco delante de una figura, levantando una gran polvareda mientras, sin dejar de gruñir, ascendía con la mirada hacia el rostro de su interlocutor. Aquellos profundos ojos azules ocultos tras unas gafas de media luna, aquella nariz curvada, torcida hacia la derecha, la barba plateada, larga, y aquel porte tan firme, pero a la vez tan desgarbado. Allí delante del muchacho, y sin moverse, estaba el mismísimo Dumbledore, y hasta a él le desafiaba, instándole a moverse, a apartarse de su camino.

-Así solo conseguirá dañarse más las manos- dijo el directos, mirando con una afable y bonachona sonrisa al muchacho, con esa tranquilidad que siempre lograba transmitir a los demás, mientras Divinity se detenía a unos metros de ambos, jadeante por la carrera -. Venga, le invitaré a tomar una taza de té- el muchacho volvió a tomar su forma homínido, pero no erguido, sino aún agachado, resoplando cansado. Ayudándose de las manos, se incorporó, lentamente, mientras fijaba su triste y aguada mirada en los ojos del director, el cual se mantenía quieto, sin moverse, como si ambos estuvieran apunto de batirse en duelo.

Bajo la atónita mirada de la rubia, el muchazo se metió la mano en el bolsillo de la túnica, sacando de él un pequeño tarro completamente lleno de una sustancia negruzca y espesa como el petróleo, que aún incluso parecía burbujear en su interior. Le quitó el tapón con la boca, sin dejar de mirar a Dumbledore, dispuesto a seguir a su hermano hasta la mismísima muerte.

-¡No!- Divi, al verlo, se precipitó hacia el búlgaro, dispuesta a quitarle aquel frasco de un manotazo. Pero antes incluso de poder rozarle, Dumbledore había cogido de las muñecas a ambos jóvenes: impidiendo que la muchacha pudiera golpear y evitando que el búlgaro pudiera acabar con su vida en ese mismo instante.

-Sabe que esa no es la solución, señor Stendhall. Su hermano no querría que acabara así con todo, de esta manera tan absurda. Es usted valiente y no le falta inteligencia ¿Por qué tirarlo todo por la borda de esta manera?- El labio inferior del muchacho pareció temblar un instante, aún sosteniendo, entre sus dientes, el tapón de la poción. Uno de los lados tenía un aspecto grisáceo de lo más horrible debido a que el corcho había absorbido parte de la poción. Con un rápido movimiento que ninguno de los dos pudo evitar, hizo girar el tapón entre sus dientes y se lo tragó, cayendo al suelo, quedando sostenido, simplemente, por la mano del director.

Antes incluso de que Divi pudiera gritar, horrorizada, Dumbledore tumbó al muchacho en el sueño, rebuscando en su túnica hasta dar con un bezoar. Con mucho tacto, le abrió la boca al búlgaro, introduciendo la pequeña semilla en su interior. Llevó la mano hacia su garganta y comenzó a masajearla para ayudarle a tragar, sin ni siquiera mirar hacia Divinity, que temblaba, asustada…

La respiración del muchacho volvió a hacer acto de presencia, muy leve, pero existente, mientras dos lágrimas brotaban de sus ojos, recorriendo sus pálidas mejillas. Enseguida comenzó a llover con bastante fuerza, obligando a los pocos alumnos que aún paseaban por allí a entrar en el castillo, como si el mismísimo cielo se entristeciera por la suerte de aquel extraño muchacho.

-Señorita Prewett, por favor, vaya abriéndome las puertas hasta la enfermería, por favor- dijo Dumbledore incorporándose, convocando una camilla bajo el cuerpo inerte del muchacho, que se elevó a una orden del director. Divinity corrió como alma en pena hacia las puertas, abriéndolas, siempre esperando a que el profesor Dumbledore y el cuerpo del búlgaro pasaran para correr hacia la siguiente. Su corazón estaba desbocado, no quería volver a sentir de nuevo aquella sensación de vacío, aquella desesperanza, aquella rabia que sintió cuando murió su tía… No de nuevo.

Tuvo que quedarse fuera de la enfermería todo el rato en el que Dumbledore y Madame Pomfrey atendieron al muchacho. No dejaban entrar a nadie y la bruja estaba cada vez más nerviosa. Caminaba de un lado a otro, enredando sus manos en su corbata, rápidamente, mientras se mordía el labio inferior tan fuerte, que podría haberse hecho incluso daño.

-Solo necesita descanso- la voz de Dumbledore cuando salió de la enfermería la sobresaltó, haciendo que diera un brinco y todo antes de girarse hacia él.

-¿Se pondrá bien?- preguntó, en un susurro… era raro que una chica tan activa y gritona hablara en ese tono tan recatado, tan suave, tan inocente,… Pero la situación y su estado de ánimo lo requerían.

-Sí, claro que sí- contestó Dumbledore, dedicándole una suave sonrisa mientras levantaba ligeramente un dedo, sin apartar la vista de ella, mirándola por encima de sus gafas de media luna -. Pase a verle, señorita Prewett… Aproveche el tiempo que estará aquí para conocerle, les vendrá bien a ambos… Sí, ya lo creo- comenzó a caminar, sin decir una palabra más, mientras la muchacha le seguía con la mirada… ¿A qué venía esa frase? Pero no había tiempo, tenía que verle. Recogió su túnica del suelo y, con cuidado, pasó al interior de la enfermería donde Madame Pomfrey le cambiaba una compresa de agua fría al muchacho, colocándola sobre su frente, antes de coger el fatídico tarro, que estaba intacto encima de la mesilla.

-Tiene suerte de que el profesor Dumbledore andaba por allí ¿Cuántas veces se ha dicho que esas pociones son muy peligrosas?- resopló la mujer, negando, antes de dejar el tarro nuevamente sobre la mesilla, mirando hacia la muchacha, que tomaba asiento en una butaca al lado del cuerpo del chico. Estaba dormido, o desmayado,… Sus rojos y carnosos labios estaban ligeramente entreabiertos, remarcados debido a la palidez de su piel, tan suave y delicada como la porcelana. Su gesto era tranquilo, relajado, como si todo aquello no hubiera pasado, como si no existiera nada más que él y el sueño en el que Morfeo le había sumido. La muchacha sonrió de medio lado, apartándole un mechón de cabello de delante del rostro antes de alzar la mirada hacia Pomfrey.

-No se preocupe- dijo por fin, recuperando su habitual tono de voz y la firmeza de sus palabras -, mañana por la mañana se la llevaré al profesor Snape para que la confisque- la mujer, complacida, asintió suavemente, girándose y caminando hacia su habitáculo mientras Divinity se quedaba allí, acariciando la mano del muchacho, velando por su sueño.

Al llegar la mañana, los primero rayos de sol fueron a incidir sobre el rostro del muchacho, que se removió incómodo sobre el lecho, aún mareado y con dolor de cabeza. Extrañado, abrió y cerró los ojos un par de veces, intentando acostumbrar su mirada a la claridad del día. Al mover la mano, se dio cuenta de que había alguien más allí, con él, cosa que le extrañó bastante. Giró ligeramente el rostro hacia su derecha y se sorprendió al ver allí a la bruja. Estaba dormida, sentada en aquel ridículo banquito, con los brazos cruzado sobre la cama y el rizado cabello rubio desparramado por los laterales de su cabeza, dejando tan solo, a la vista, parte de su rostro, que mostraba la misma relajación que los pequeños querubines en las grandes obras de arte. Con cuidado, el muchacho alargó la mano, retirándole un par de rizos para poder observar mejor su rostro, sus mejillas sonrosadas y sus rojos labios, que parecían dedicarle una media sonrisa.

-Buenos días…- murmuró, suavemente. El sonido de la voz del muchacho la despertó. Se removió un instante, emitiendo un quejo gemido cuando la luz incidió sobre sus claros ojos, obligándola a restregarse por ellos las manos.

-Vaya… Ya has despertado- murmuró la muchacha, abriendo uno de los ojillos para mirarle, dedicándole una atontada sonrisa, pues aún estaba medio dormida.

-Deberías irte a dormir a tu cama- le sugirió el muchacho, volviendo a su posición inicial, pero sin dejar de mirar a la joven, que se estiraba, intentando desperezarse.

-No puedo- contestó tras echarle una mirada al reloj, donde marcaban ya las 8:30 de la mañana -. A primera hora tengo pociones y no creo que a Snape le haga mucha gracia que llegue tarde- arrugó la naricilla, incorporándose con cuidado -. Iré a desayunar rápido y te traeré una pieza de fruta ¿Quieres?

-No, gracias- murmuró el muchacho, negando, sin dejar de mirarla… Aún no lograba comprender por qué aquella extraña se había quedado toda la noche allí, a su lado, sin conocerle a penas de nada.

-Deberías comer algo… Y más después de lo que te ha pasado- comentó, encogiéndose de hombros, alargando un dedo para darle un suave toquecito en la nariz -. Te traeré al menos una manzana- sentenció. El muchacho no hizo ni dijo nada, solo se limitó a observarla mientras esta llevaba sus pasos hacia el pasillo de la enfermería.

De repente, se giró, mirándole de nuevo, jugueteando con las manos en su corbata, ladeando ligeramente la cabeza. El chico la observó, extrañado, enarcando una de sus finas cejas.

-Por cierto… me llamo Divinity Prewett. Pregunta por mí si necesitas algo.

-Yo soy Marcus Stendhall- murmuró, asintiendo suavemente -. Gracias de verdad- murmuró antes de darse la vuelta, abrazándose a la almohada mientras Divinity, tras echarle una última mirada, salía de allí hacia el Gran Comedor dispuesta a desayunar y a llevarle algo de comer a aquel muchacho.

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