domingo, 13 de julio de 2008

La elección de las casas

El Hogwarts Express había llegado por fin a la estación de Hogsmeade, donde ya se esperaba a los alumnos de Hogwarts. Los dos gemelos bajaron con sus baúles al andén, ayudando después a las dos rubias con los suyos mientras otro muchacho, detrás, cogía la jaula con Yanis en su interior.

-Creo que tu lechuza va para vaga ¿eh?- comentó, burlón. Era un muchacho bastante alto y fornido, de cabellos también pelirrojos y ojos claros. Llevaba puesta ya la túnica de Hogwarts con la corbata de su casa, Gryffindor.

-No te metas con ella, Charlie- se quejó Divi, hinchando los mofletes, girándose tras dejar junto con George su baúl en el suelo, girándose hacia su primo para recoger a su lechuza -. Es solo que no le gustan los viajes y se queda dormida para no marearse- la excusó, abrazando contra sí la jaula de la lechuza, que revoloteó inquieta al despertarse.

-¡Que era una broma Divi!- rió Charlie justo antes de que una enorme figura, al comienzo del tren, alzara un farolillo reluciente, llamando a voces a los nuevos estudiantes. Era un hombre casi dos veces más alto que un adulto normal, con cabello negro y enmarañado, al igual que la profusa barba que adornaba su rechoncho rostro, del mismo color azabache –Mira, ahí está Hagrid llamando a los de primero… venga, seguidle. Nos vemos en el castillo, ¿vale?

-Vale…- contestó Divi antes de coger de la mano a su nueva amiga para tirar un poquito de ella y que la hiciera caso –Ven… tenemos que seguir a ese hombre- señaló hacia Hagrid con la mano, tranquilamente. Ytzria asintió con un sutil movimiento de cabeza, algo cohibida aún y, cogiendo su baúl, se encaminaron las dos hacia el grupo de nuevos alumnos, que se alejaba de todos los demás.

-¿A… a dónde crees que nos llevan?- murmuró Ytzria, tragando saliva, mirando al frente con sus preciosos ojillos grises abiertos como platos. Temblaba de arriba abajo, al igual que Divi, que no se molestaba en disimularlo.

-Pues… al colegio… ¿No?- la miró, preocupada… la habían hablado de Hogwarts, sí, y de la elección de casa, pero nunca le habían explicado nada acerca de en qué consistía ni la clase de actividades que se hacían antes de ir al castillo –Supongo que iremos por cursos… Como en la escuela- sonrió con carilla de circunstancia, intentando tranquilizar a su amiga, que se limitó a asentir, aún algo acongojada por todo aquello: al fin y al cabo, ytzria era nacida de muggles, y si ya le resultaba abrumador todo aquello a Divinity siendo de familia de magos, para Ytzria aquello debía ser diez veces más impactante.

Hagrid llevó al grupo de estudiantes de primero hacia las afueras de Hogsmeade, hacia un enorme lago cuyas cristalinas agua reflejaban el cielo de aquella noche, despejado y con la luna en cuarto creciente, brillante, majestuosa… Las aguas parecían en calma, totalmente, y en la orilla, amarradas a una multitud de enormes estacas de madera, había un montón de barcas preparadas para el traslado.

-¡A ver!-dijo el semi-gigante, hablando todo lo alto que podía para que todos y cada uno de los alumnos pudieran escucharle -¡Subid de seis en seis en las barcas!- enseguida se armó el revuelo… todos intentaban entrar los primeros en las barcas, con sus nuevos amigos. Divinity e Ytzria prefirieron esperar a que los más impacientes se subieran a las barcas para luego subir ellas en una en la que quedaban justamente dos plazas libres… No tenían muchas ganas, en verdad, de caerse al agua.

En cuanto todos estuvieron subidos, las barcas se desataron mágicamente de las estacas y comenzaron a navegar hacia la otra orilla que, en aquella oscuridad, no era fácil de distinguir. Pero la vista, sin duda, era maravillosa. A lo lejos las antorchas iluminaban en imponente castillo de Hogwarts que se alzaba imponente, solemne,… incluso en aquella oscuridad parecía hasta casi fantasmagórico. Los corazones de las dos amigas se encogieron al verlo y, cuando se miraron la una a la otra, se les dibujó una amplia sonrisa de ilusión y fascinación a partes iguales… ¡Iban a entrar en Hogwarts!

Pero su fascinación fue a mayor cuando, tras bajar de las barcas, llegaron a los enormes portones de acceso, por los cuales podría entrar hasta un gigante sin a penas tener que agacharse. Frente a éstas, de pie, había una alta y espigada mujer, vestida con una túnica que se veía oscura bajo aquella tenue luz de las antorchas. Su cabello, negro, estaba recogido en un moño y, sobre su cabeza, llevaba un enorme sombrero.

-Bienvenidos a Hogwarts- saludó en cuanto los muchachos se colocaron delante de ella, en silencio. Su voz era firme y seria, sin embargo, había algo que la hacía bondadosa -. Soy Minerva McGonagall, Profesora de Transformaciones, Subdirectora de la escuela y Jefa de la Casa Gryffindor.

>>Hoy es un gran día para todos ustedes. Atravesarán estas puertas conmigo hacia el Gran Comedor y allí, delante del resto de sus compañeros, serán seleccionados para una de las cuatro casas: Gryffindor, Hufflepuff, Ravenclaw y Slytherin- todos guardaron silencio, observando boquiabiertos a la directora, que seguía hablando -. La casa para la que sean asignados será su hogar… Sus méritos supondrán una subida de puntos para su Casa y sus fracasos, un descenso. Al final del año, la Casa con más puntos ganará la Copa de la casa. Y ahora, por favor, síganme- los portones se abrieron de par en par y la profesora McGonagall comenzó la marcha hacia el Gran Comedor, seguida de todos los alumnos que, finalmente, habían roto el silencio que se había hecho en el exterior.

-¿En qué casa crees que caerás?- preguntó Divinity a su amiga, que la miró, encogiéndose ligeramente de hombros, pero sin borrar la amplísima sonrisa de sus labios.

-Pues… pues… no sé… pero me ha hecho gracia el hombre de Hag… Hug… bueno, el segundo que dijo- murmuró, hinchando los mofletillos, con éstos sonrosados.

-Yo quiero ir a Gryffindor como mis primos- aseguró Divi, sonriendo ampliamente -. Aunque mi madre era Ravenclaw… ¿Sabes? Me encantaría aprender y aprender y ser tan grande y buena como mi madre- aseguró, dedicándole una cómplice sonrisa a su amiga.

Cuando las puertas del Gran Comedor se abrieron, todos los alumnos de primero soltaron a la vez una exclamación de asombro. La estancia era enorme, con cuatro largas mesas en paralelo, cada una de ellas coronadas por los banderines de sus respectivas casas colgando sobre éstas, ondeados por una brisa inexistente. En perpendicular a éstas y sobre un altillo, estaba la mesa de los profesores, donde todos estaban ya sentados, cada uno ocupando su lugar predeterminado. Pero lo más fascinante de aquella sala era el techo, donde se reflejaba el cielo, con la misma oscuridad, la misma luna nacarada y las mismas estrellas tintineando alegremente, dándoles la bienvenida a los nuevos alumnos, expectantes,…

McGonagall se adelantó a subirse delante de la mesa de los profesores, colocándose al lado de un taburete de madera sobre el cual reposaba un ajado sombrero viejo. En la mano portaba un pergamino enrollado el cual, pensó Ytzria, sería la lista de los alumnos a seleccionar. La profesora se aclaró la garganta y los miró a todos.

-Bien, señores, primero se les seleccionará para sus casas. Les iré llamando uno por uno por orden alfabético, se sentarán en la butaca y les colocaré el Sombrero sobre vuestras cabezas- los alumnos asintieron a la vez en silencio, mirando expectantes no hacia la profesora, sino hacia aquel Sombrero inanimado -. Andrews, Joshua- nombró tras desplegar el pergamino. Un muchacho de negros cabellos y ojos castaños subió rápidamente hacia el taburete, donde tomó asiento. McGonagall dejó caer el Sombrero sobre su cabeza y éste, para asombro de todos los novatos, se removió, abriéndose uno de los dobleces a modo de boca.

-¡Hufflepuff!- exclamó el Sombrero y, tras retirárselo McGonagall, el niño salió corriendo hacia su nueva mesa, donde le recibieron con vítores y aplausos. Enseguida otro niño ya estaba sentado en la butaca, a la espera de ser seleccionado. Pero a Divi aquello no le interesaba hasta que no la seleccionaran a ella y a su amiga Ytzria, así que se distrajo buscando a sus primos. Enseguida encontró a los Weasley en la mesa de Gryffindor, todos mirando hacia allí, Charlie y Percy sentados, en silencio, mientras que Fred y george les hacían señas a las dos chicas, poniéndoles muecas graciosas y todo para que no estuvieran nerviosas.

-McLouis, Ytzria- dijo de pronto McGonagall. Las dos muchachas se pusieron tensas y, mientras que Divinity se quedaba allí, quieta, su amiga subió temblorosa hacia la butaca. Iba tan asustada que casi se tropezó con uno de los escalones, pero le dio tiempo, gracias a Merlín, de reponerse antes de caer. La profesora le colocó el sombrero sobre la cabeza y, al instante, solo Ytzria pudo escuchar la voz del Sombrero en su interior.

-Vaya, vaya… inocencia, un gran valor… pero también inteligencia… una inteligencia dormida pero latente- habló el Sombrero, encogiéndose un instante sobre sí mismo -. Bien, creo que ya sé qué voy a hacer contigo- murmuró y, al instante, todo el Comedor pudo oír su exclamación -¡Ravenclaw!- la mesa en cuestión estalló en vítores y aplausos mientras Ytzria se levantaba, radiante, saludando a su amiga antes de correr con sus nuevos compañeros. Sin embargo, los gemelos se habían quedado un poco desilusionados… Querían que cayera también en Gryffindor para poder juntarla con Lee y con ellos dos.

-Prewett, Divinity- a penas habían subido tres personas más, cuando le tocó el turno. Divinity avanzó hacia la butaca, tomando asiento en ella nada más llegar. El corazón le latía a un ritmo vertiginoso, y su respiración delataba su nerviosismo. Cuando sintió al Sombrero caer sobre su cabeza, no pude evitar cerrar los ojos.

-Veamos… Difícil elección ¿eh? Eres fuerte… Con ganas de desarrollar tus habilidades… ¡Vaya! Y una innata conexión con las serpientes… No tengo ninguna duda de dónde voy a ponerte- la muchacha se tensó un instante, con la mente completamente en blanco… Y no solo ella estaba tensa, sino que, en la mesa de Gryffindor, Charlie y los gemelos estaban a punto de levantarse, esperando poder recibir a su prima entre sus brazos -¡Slytherin!- Los Weasley se quedaron en silencio, entre extrañados y apesadumbrados, mientras Divinity bajaba hacia su nueva casa, mirando de reojo hacia Gryffindor… ¿Por qué la habían metido allí? ¿Y ahora cómo jugaría con sus primos? Y no solo eso… también estaba lejos de su nueva amiga…

-Al menos- se dijo a sí misma –nos podremos ver por aquí en el Comedor, en los pasillos y en los terrenos… No creo que sea tan malo- y, en cuanto llegó, tomó asiento en la mesa de Slytherin donde pasaría, para su desgracia, sus siete años de escuela.

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